
La lluvia hidrata el bosque andino patagónico de Lago Puelo que protege un Parque Nacional. Se levanta la niebla húmeda y como un manto va cubriendo el serpenteo del río Azul que se desplaza por los patios de las casas de la localidad.
De todos los puntos de la Comarca Andina, residentes y visitantes se organizan para no perderse el espectáculo del lago que hace las veces de límite con Chile. En la línea de costa la gente instala sus cámaras y celulares para inmortalizar al cerro Tres Picos que emerge entre dos laderas, al fondo, conformando la postal típica.
Es un sitio de navegantes, por placer o por necesidad. Del otro lado, en las puertas del valle del Turbio, hay familias. Cruzan el espejo de agua porque hay que hacerlo, como una rutina.
De este lado, sobre el muelle, unas embarcaciones cargan pasajeros para desplazarse hasta Los Hitos, unas marcas limítrofes de antaño que separan países junto a los rápidos del Puelo. La velocidad del agua despierta la emoción. La cuenca ha iniciado su camino inexorable al Océano Pacífico, repleta de truchas y salmones, en un páramo inaccesible que se mantiene todavía alejado del bullicio humano.
En Lago Puelo hay una combinación de movimiento y soledad que llama la atención del viajero. Se puede estar en enero, sobre la costa del río Azul, a metros de personas que pescan, se zambullen y toman unos mates esperando el atardecer; o se puede estar caminando la montaña, solo con la naturaleza y la mochila, conectando bosques y arroyos. Para una u otra, no hacen falta recorrer grandes distancias.
El cerro Currumahuida sostiene en su ladera a parte del pueblo. Unas escuelas, un jardín botánico, un gimnasio y varias casas descansan a pie de montaña. Lo mismo sucede con la sede del Club Andino. Desde allí se asciende a un mapa de senderos que parecen inagotables. Es el espacio de entrenamiento de atletas de altitud que aprovechan su cercanía para mantener el estado.
Mientras subimos entre la flora del bosque andino patagónico, algunos grupos de jóvenes llevan sus mochilas contentos; van a alguna piedra a conversar y mirar el valle. Otros solitarios nos pasan a toda marcha, quizás con el destino de La Cruz o, por qué no, la cumbre del Currumahuida. Algunas familias con niños se le animan al sendero a la Virgen, aprovechando la sombra de los árboles. Los escaladores enganchan sus cuerdas y trepan por los paredones milenarios.
Del otro lado del río Azul la escena es similar en variedad. Al cruzar la pasarela, unos peces se mantienen contra corriente alimentándose. Es posible verles los lomos a través de la claridad del agua. Para el viajero es el anuncio de la abundancia de vida que se va a encontrar en el área Motoco Cárdenas, una vez que termine de transitar el puente.
En medio de una vegetación verde sobre tierra húmeda, dos opciones hay para el caminante. A la derecha el río Blanco y sus saltos de película. A la izquierda, la cascada de Cárdenas, el refugio Motoco, el poco explorado Morrudo y la vía larga a Chile. De nuevo, hay posibilidades para chicos y para grandes, para solitarios, familias y grupos de amigos.
Los puestos de comida, a cada lado de la pasarela, son una representación más de la red de productos artesanales que se dispersan por Lago Puelo. Tanto en la bajada de la ruta 40, como en la interna ruta 16, los carteles advierten que es posible llevarse un pedazo de la Patagonia en el baúl o en el bolso. Dulces, licores, miel, chocolates y frutos de estación se disputan el protagonismo. Parece inexcusable la decisión de cargar los aromas de la lluvia puelense para rememorarla.
Al final del día, cuando el cielo refleja rosas y magentas, las luces de las cervecerías se encienden. El lúpulo de la Comarca Andina se sirve en las mesas como conclusión y como festejo. Hay celebración por la fortuna de esta perla que es Lago Puelo, rodeada de agua cristalina, enmarcada por cerros, alargada a la par de un río que la sitúa en un microclima que desentona con el resto de la zona.
Los habitantes del pueblo comparten esa dicha con el que los visita. Se exige, eso sí, un compromiso a cambio:
El de cuidar la naturaleza. Los murales repartidos por las calles principales pintan la consigna de que el agua vale más que el oro. Ese es el precio que paga el viajero: entender que lo que lo rodea no le pertenece. Nada más y nada menos.
de Lago Puelo
Desde cualquier parte del Mundo
Desde cualquier parte del Mundo
Por el Norte desde San Carlos de Bariloche por Ruta Nacional 40 hasta la localidad de El Bolsón y desde allí se conecta por RP 16. (145 km).
Por el Sur desde Esquel por Ruta Nacional 40, pasando por la localidad de El Hoyo, se arriba hasta el paraje “Cerro Radal” (ejido Lago Puelo), donde se toma un desvío a mano izquierda por aproximadamente 4 km hasta conectar con la RP 16 (155 km).
A las ciudades de Bariloche y Esquel llegan vuelos desde las principales ciudades argentinas como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, El Calafate y otras según la época del año.
También conecta de manera internacional con San Pablo, en Brasil.
Existe una gran oferta de ómnibus en Argentina y la mayoría tiene servicios desde y hacia Bariloche o Esquel. De allí es posible llegar hasta Lago Puelo en colectivo, taxi o remis.
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